La vida de Kant
En 1783 compró una casa, que habitó hasta su muerte y que desapareció en 1893. Poco después habilitó un local, donde al mediodía solía ser diariamente visitado por algunos convidados (huéspedes). Los días se deslizaban desde entonces con la mayor regularidad: se levantaba a las cinco de la mañana, daba sus lecciones de siete a nueve o de ocho a diez, y hasta la una hacía sus trabajos más serios.
Kant gustaba pasar entretenido dos o tres horas de sobremesa (conversación). Después daba su paseo diario, con tal puntualidad, que servía a los vecinos para poner en hora sus relojes. A última hora se dedicaba a la meditación y a lecturas amenas. A las diez de la noche se acostaba. Las vacaciones, que hubieran podido modificar este sencillo plan de vida, eran entonces muy cortas: no viajaba. Desde los tiempos en que se había dedicado a la enseñanza privada, jamás salió de los estrechos términos de Reino de Prusia.
En cuanto a la personalidad de Kant, éste era de complexión enfermiza y de mediana estatura. Su pecho era hundido, como puede apreciarse en algunos de los retratos que de él se conservan.
En 1783 compró una casa, que habitó hasta su muerte y que desapareció en 1893. Poco después habilitó un local, donde al mediodía solía ser diariamente visitado por algunos convidados (huéspedes). Los días se deslizaban desde entonces con la mayor regularidad: se levantaba a las cinco de la mañana, daba sus lecciones de siete a nueve o de ocho a diez, y hasta la una hacía sus trabajos más serios.
Kant gustaba pasar entretenido dos o tres horas de sobremesa (conversación). Después daba su paseo diario, con tal puntualidad, que servía a los vecinos para poner en hora sus relojes. A última hora se dedicaba a la meditación y a lecturas amenas. A las diez de la noche se acostaba. Las vacaciones, que hubieran podido modificar este sencillo plan de vida, eran entonces muy cortas: no viajaba. Desde los tiempos en que se había dedicado a la enseñanza privada, jamás salió de los estrechos términos de Reino de Prusia.
En cuanto a la personalidad de Kant, éste era de complexión enfermiza y de mediana estatura. Su pecho era hundido, como puede apreciarse en algunos de los retratos que de él se conservan.