FILOSOFIA Y LOGICA
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aporte de la ultima clase

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1aporte de la ultima clase Empty aporte de la ultima clase Miér Sep 08, 2010 12:37 am

george berkeley



El realismo aristotélico
Para Aristóteles la realidad no puede encontrarse en un mundo aparte de las ideas separadas del mundo sensible, porque ello importaría una duplicación inútil de las cosas. Para Aristóteles la realidad sensible no es un hecho superficial, aparente o fenoménico, sino la manifestación de algo que tiene verdadera existencia y que puede ser penetrado por el conocimiento a fin de descubrir su esencia. Esto no quiere decir que basta lo superficial o simplemente anecdótico para conocer las cosas, pues para tener una noción acabada de ellas es necesario llegar a su substancia, que no está en ninguno de sus elementos sino en la cosa misma.

Como consecuencia de esta concepción, el método que sigue Aristóteles se basa en la experiencia sensible que debe ser interpretada a la luz de la inteligencia. En Aristóteles el procedimiento intelectivo consiste en ir de la experiencia a la razón, pues entiende que hay que partir siempre de la realidad. Su empirismo no llega anular el papel de la inteligencia, pues la “Política” aunque tiene presupuestos empíricos, en el fondo es una construcción racional. Con lo que vuelve a coincidir con Platón. Por caminos distintos llegan uno y otro a darle un mismo sentido a sus teorizaciones, y su punto de mira es en lo fundamental el mismo: moralizar la política, darle jerarquía ética, consciente de que la vida política es donde el hombre alcanza su plenitud y perfección.


El idealismo platónico
Para Platón la materialidad de las cosas, lo que cae bajo la acción de los sentidos, no deja de ser un mundo de apariencias y de sombras, de una realidad tan sólo relativa frente al verdadero mundo inteligible, que es el de las “ideas”. Hay un “topos uranos” (expresión que significa “en alguna parte” o “en algún mundo celeste”) en el cual existen estas ideas, que son seres absolutos, inmutables y necesarios, de los cuales las realidades aparentes no son sino pálido reflejo. Existen, entonces, una idea del bien, de la belleza, del hombre, de la blancura, etc. que constituyen las verdaderas realidades y que se proyectan sólo en parte en el mundo que captan los sentidos; vale decir que el hombre que nosotros conocemos, para tomar un ejemplo, es tan sólo una sombra o proyección de la idea del hombre que permanece siempre igual y eterna en el “topos uranos” de los paradigmas o esencias.

Pero si las cosas que nos rodean son simple reflejo de la verdadera realidad. ¿Cómo es posible conocerlas?. Platón dice que el hombre puede conocer las cosas porque ha vivido antes en el mundo de las esencias o ideas, y las ha percibido tal como son; luego, por algún mal que cometieron, los hombres fueron arrastrados a la tierra y condenados a vivir en ella; y entonces, ante el contacto que establecen las cosas por vía de sus sentidos se les despierta inconscientemente el recuerdo de esas ideas que vieron antes plenamente. De aquí que el conocimiento sea para Platón una reminiscencia de aquella percepción que en tiempos remotos se tuvo de las ideas. Para explicar su concepción de la s ideas Platón narra en “La República” el célebre mito de la caverna. Relata la situación de unos prisioneros encadenados en una caverna de forma tal que sus rostros sólo pueden mirar hacia el interior, por lo cual la luz que penetra detrás de ellos proyecta sus sombras sobre la pared hacia la cual están vueltos sus ojos; por consiguiente – dice- si fuera de la caverna pasa algún objeto sólo verán su sombra, aunque creerán que se trata de una realidad. Pero si alguien quebrara las cadenas de estos prisioneros y los llevara hasta la luz solar, advertirían entonces que aquellos que les parecían realidades en la caverna, no son sino reflejo de otras realidades superiores con las que de pronto se encontrarían. Con este mito quiere significar Platón que los hombres viven como encerrados en una caverna y que el saber que tienen de las cosas que los rodean no es un verdadero conocimiento sino simplemente una opinión (una “doxa”) un tenue reflejo de ña verdadera realidad. En consecuencia, piensa que para liberarse del mundo de las apariencias, debe quebrarse la atadura corporal y sensible para elevarse por medio de la razón al mundo de las ideas, cuya reminiscencia es la que permite interpretar la realidad.




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