No pocas personas preguntan y se preguntan: ¿Por qué y Para qué existe la filosofía si no tiene utilidad práctica, ni contribuye a resolver los problemas concretos y acuciantes que el ser humano enfrenta día a día para vivir y sobrevivir?
Junto a estas preguntas correspondería, no obstante, preguntar y preguntarse: ¿Por qué la filosofía ha sobrevivido durante tres mil años a la acción corrosiva e implacable del tiempo y a los cataclismos de la historia?
Quizás la respuesta sea que la filosofía más que útil es necesaria porque su finalidad no se agota en las soluciones inmediatas, sino que busca la visión estratégica de las cosas y los acontecimientos, los rasgos generales de los hechos particulares, lo universal que vive y subyace en lo singular, lo permanente que sobrevive a los cambios y lo esencial que trasciende a lo accidental. De ahí su dificultad y su grandeza.
La filosofía es diálogo. Como dice Martín Heidegger en su Estudio sobre la poesía de Horderlin: “El ser del hombre se funda en el lenguaje, pero éste sólo acontece realmente en el diálogo (es decir, hablándonos y oyéndonos unos a otros)... somos un diálogo desde que el tiempo es”.
La filosofía es camino. “Filosofar, expresa Karl Jaspers, quiere decir ir de camino...” Es la búsqueda de la verdad que existe en todos los tiempos históricos; para ello debe develar, desocultar. Aletheia llamaban los griegos a ese gesto de la conciencia, la intuición y la razón, que significa quitar el velo que cubre.
Pero sobre todo, la filosofía es pregunta y vive en la pregunta por el ser y el existir, en la incógnita alojada en la raíz de la vida, y en la búsqueda de la sabiduría que es mucho más que conocimiento. Mientras haya pregunta habrá filosofía. Claro que la pregunta cambia con los cambios que se producen en la historia. Antes de Sócrates, los llamados filósofos presocráticos se interrogaban sobre la naturaleza y su pregunta era: ¿Qué es el mundo? En el siglo V antes de Jesucristo, Sócrates cambió la pregunta y ésta fue: ¿Qué es el ser? ¿Quién soy? Sé lo que eres, decía Píndaro, pero el problema es saber lo que somos y es ahí, desde Sócrates, donde la filosofía aparece como una necesidad de la vida.
Junto a estas preguntas correspondería, no obstante, preguntar y preguntarse: ¿Por qué la filosofía ha sobrevivido durante tres mil años a la acción corrosiva e implacable del tiempo y a los cataclismos de la historia?
Quizás la respuesta sea que la filosofía más que útil es necesaria porque su finalidad no se agota en las soluciones inmediatas, sino que busca la visión estratégica de las cosas y los acontecimientos, los rasgos generales de los hechos particulares, lo universal que vive y subyace en lo singular, lo permanente que sobrevive a los cambios y lo esencial que trasciende a lo accidental. De ahí su dificultad y su grandeza.
La filosofía es diálogo. Como dice Martín Heidegger en su Estudio sobre la poesía de Horderlin: “El ser del hombre se funda en el lenguaje, pero éste sólo acontece realmente en el diálogo (es decir, hablándonos y oyéndonos unos a otros)... somos un diálogo desde que el tiempo es”.
La filosofía es camino. “Filosofar, expresa Karl Jaspers, quiere decir ir de camino...” Es la búsqueda de la verdad que existe en todos los tiempos históricos; para ello debe develar, desocultar. Aletheia llamaban los griegos a ese gesto de la conciencia, la intuición y la razón, que significa quitar el velo que cubre.
Pero sobre todo, la filosofía es pregunta y vive en la pregunta por el ser y el existir, en la incógnita alojada en la raíz de la vida, y en la búsqueda de la sabiduría que es mucho más que conocimiento. Mientras haya pregunta habrá filosofía. Claro que la pregunta cambia con los cambios que se producen en la historia. Antes de Sócrates, los llamados filósofos presocráticos se interrogaban sobre la naturaleza y su pregunta era: ¿Qué es el mundo? En el siglo V antes de Jesucristo, Sócrates cambió la pregunta y ésta fue: ¿Qué es el ser? ¿Quién soy? Sé lo que eres, decía Píndaro, pero el problema es saber lo que somos y es ahí, desde Sócrates, donde la filosofía aparece como una necesidad de la vida.