la filosofía es una actividad extraña y a veces tediosa es una de las ideas más extendidas entre la gente. suele ser una de las preguntas que los padres que no pudieros sufrir o gozar de esta materia plantean a sus hijos a menudo. Y lo más curioso es que ni siquiera los propios filósofos se ponen de acuerdo. No ya en qué sea la filosofía. Ni siquiera se logra la Hunanimidad cuando la pregunta se dirige a su utilidad, a su función, a su relación con la vida. Y dos autores que suelen explicarse por estas fechas son un buen ejemplo de ello: Nietzsche y Ortega.
Si algo repateaba a Nietzsche de la filosofía era precisamente su negación de la vida. La reflexión teórica y conceptual se había encargado de negar la vida, de ahogarla en conceptos, de manera que la filosofía significa, entre otras cosas, un alejamiento trágico y fatal de la vida, de lo que nos es más cercano e inmediato. Por eso levanta el autor alemán una de las mayores críticas que jamás se hayan dirigido contra la filosofía y por eso su filosofía renuncia a una costrucción racional, argumentativa y conceptual, sino que trata de expresarse en símbolos y metáforas. La filosofía anterior a él era la gran mentira, la ocultación de la vida, que se expresa de un modo pimigenio en el instinto, el sentimiento, el impulso, en aquello que precisamente la razón niega. Filosofía, negación de vida. No vive el que filosofa, sino precisamente aquel que renuncia a filosofar.
La fuerza del torrente nietzscheano es verdaderamente tentadora. Sin embargo, cuando uno se dedica a la enseñanza de la filosofía, es difícil no pensar que exageró el bueno de Nietzsche, y que aquello que enseñamos no es una negación de la vida, sino que surge precisamente de la vida. Una visión más cercana, quizás, a la de Ortega: para él, la filosofía es algo inevitable, una actividad que surge del preguntar mismo que no se le puede negar al ser humano. La misma filosofía de Nietzsche es hija de un preguntar, del cuestionar una tradición que ha confiado quizás demasiado en la razón. Un cuestionar legítimo y que nos ha abierto nuevos campos de reflexión y perspectivas, y que debe ser renovado. Así, desde la concepción orteguiana, no habría nada más cercano a la vida que la filosofía, pues vivir es preguntarse y cuestionarse, hacerse. Vivir auténticamente sería filosofar, que no es alejarse de la vida sino zambullirse en la misma. ¿Cómo son posibles dos visiones tan distintas dentro de la propia filosofía? ¿Cuál de las dos es más convincente? ¿Nos aleja la filosofía de la vida o nos permite vivirla de un modo más intenso, más humano? Preguntas que seguramente jamás podrán contestarse de un modo cerrado: cómo se conciba la filosofía y cómo se conciba la vida son condiciones claves para intentar ofrecer una respuesta.
Si algo repateaba a Nietzsche de la filosofía era precisamente su negación de la vida. La reflexión teórica y conceptual se había encargado de negar la vida, de ahogarla en conceptos, de manera que la filosofía significa, entre otras cosas, un alejamiento trágico y fatal de la vida, de lo que nos es más cercano e inmediato. Por eso levanta el autor alemán una de las mayores críticas que jamás se hayan dirigido contra la filosofía y por eso su filosofía renuncia a una costrucción racional, argumentativa y conceptual, sino que trata de expresarse en símbolos y metáforas. La filosofía anterior a él era la gran mentira, la ocultación de la vida, que se expresa de un modo pimigenio en el instinto, el sentimiento, el impulso, en aquello que precisamente la razón niega. Filosofía, negación de vida. No vive el que filosofa, sino precisamente aquel que renuncia a filosofar.
La fuerza del torrente nietzscheano es verdaderamente tentadora. Sin embargo, cuando uno se dedica a la enseñanza de la filosofía, es difícil no pensar que exageró el bueno de Nietzsche, y que aquello que enseñamos no es una negación de la vida, sino que surge precisamente de la vida. Una visión más cercana, quizás, a la de Ortega: para él, la filosofía es algo inevitable, una actividad que surge del preguntar mismo que no se le puede negar al ser humano. La misma filosofía de Nietzsche es hija de un preguntar, del cuestionar una tradición que ha confiado quizás demasiado en la razón. Un cuestionar legítimo y que nos ha abierto nuevos campos de reflexión y perspectivas, y que debe ser renovado. Así, desde la concepción orteguiana, no habría nada más cercano a la vida que la filosofía, pues vivir es preguntarse y cuestionarse, hacerse. Vivir auténticamente sería filosofar, que no es alejarse de la vida sino zambullirse en la misma. ¿Cómo son posibles dos visiones tan distintas dentro de la propia filosofía? ¿Cuál de las dos es más convincente? ¿Nos aleja la filosofía de la vida o nos permite vivirla de un modo más intenso, más humano? Preguntas que seguramente jamás podrán contestarse de un modo cerrado: cómo se conciba la filosofía y cómo se conciba la vida son condiciones claves para intentar ofrecer una respuesta.