Escojamos nuestro trabajo cuidadosamente. Aun si creemos que nuestro trabajo no es nada más que lo que hacemos para ganar dinero, nuestro trabajo constituye lo que somos, porque es aquello en lo que empleamos nuestro tiempo. Somos lo que hacemos y mientras más lo hagamos más nos identificamos con él. Al darle nuestro tiempo a nuestro trabajo, le estamos dando nuestra conciencia. Finalmente llenará nuestra vida con la realidad que representa. Miremos, entonces, más allá de la superficial atracción de un trabajo o profesión particulares. Consideremos qué nos requerirá hacer día a día, hora a hora, minuto a minuto. Pensemos si es en esto que queremos gastar nuestro tiempo.
Si no lo es, nuestro trabajo se convertirá en una prisión más bien que en el vehículo de nuestros sueños; y una persona sin sueños está apenas medio viva. Pensemos en el trabajo como una "vocación", vocablo que viene del latín "llamado", que viene de la palabra "voz". En estos significados podemos ver lo que realmente debe ser el trabajo: algo que nos llama, que le da voz a lo que somos y a lo que queremos decirle al mundo.
Si encontramos una vocación, tomémosla.
Habremos encontrado una manera de aportar algo al mundo con amor.
Encontrar una vocación no es siempre fácil. No podemos conocer lo que queremos sólo pensando en ello. Es necesario hacerlo para ver si nos conviene. Dejémonos poseer por el trabajo hasta ver si nos conviene o nosotros le convenimos a él. Entonces, escojamos entre tomarlo o dejarlo.
No hay razón por la cual una persona no pueda abandonar un trabajo que no le conviene y lanzarse a lo desconocido por algo que esté más cerca de su corazón.
No hay razón para que una persona no pueda tener dos, tres o más carreras en el curso de su vida. Ninguna consideración de seguridad justifica el sufrimiento de vivir una vida encadenado a una rutina que ha dado muerte a nuestros sueños.
Yo tuve una vez un profesor que había soñado con ser pianista concertista. Temiendo un posible fracaso, se dedicó a la academia donde el trabajo era seguro y el dinero previsible. Un día, cuando le estaba contando lo infeliz que yo era en mis estudios de post grado, dio unos pasos y se sentó al piano. Tocó un maravilloso "glissando" y luego, abruptamente, se interrumpió. "Haga lo que esté en su corazón", dijo. "Yo quería realmente ser pianista de concierto. y ahora gasto todo el tiempo preguntándome cuan bueno hubiera podido ser".
Tratemos de encontrar qué es lo que verdaderamente nos hace vibrar, y hagámoslo. Encontremos una vocación y no un empleo y nuestra vida tendrá significado y nuestros días tendrán paz
Si no lo es, nuestro trabajo se convertirá en una prisión más bien que en el vehículo de nuestros sueños; y una persona sin sueños está apenas medio viva. Pensemos en el trabajo como una "vocación", vocablo que viene del latín "llamado", que viene de la palabra "voz". En estos significados podemos ver lo que realmente debe ser el trabajo: algo que nos llama, que le da voz a lo que somos y a lo que queremos decirle al mundo.
Si encontramos una vocación, tomémosla.
Habremos encontrado una manera de aportar algo al mundo con amor.
Encontrar una vocación no es siempre fácil. No podemos conocer lo que queremos sólo pensando en ello. Es necesario hacerlo para ver si nos conviene. Dejémonos poseer por el trabajo hasta ver si nos conviene o nosotros le convenimos a él. Entonces, escojamos entre tomarlo o dejarlo.
No hay razón por la cual una persona no pueda abandonar un trabajo que no le conviene y lanzarse a lo desconocido por algo que esté más cerca de su corazón.
No hay razón para que una persona no pueda tener dos, tres o más carreras en el curso de su vida. Ninguna consideración de seguridad justifica el sufrimiento de vivir una vida encadenado a una rutina que ha dado muerte a nuestros sueños.
Yo tuve una vez un profesor que había soñado con ser pianista concertista. Temiendo un posible fracaso, se dedicó a la academia donde el trabajo era seguro y el dinero previsible. Un día, cuando le estaba contando lo infeliz que yo era en mis estudios de post grado, dio unos pasos y se sentó al piano. Tocó un maravilloso "glissando" y luego, abruptamente, se interrumpió. "Haga lo que esté en su corazón", dijo. "Yo quería realmente ser pianista de concierto. y ahora gasto todo el tiempo preguntándome cuan bueno hubiera podido ser".
Tratemos de encontrar qué es lo que verdaderamente nos hace vibrar, y hagámoslo. Encontremos una vocación y no un empleo y nuestra vida tendrá significado y nuestros días tendrán paz